Un nuevo material podría sustituir los gases refrigerantes contaminantes en aires acondicionados y sistemas de refrigeración.

La colaboración entre la Universidad de Cambridge, la Universitat Politècnica de Catalunya y la Universitat de Barcelona ha dado como resultado una alternativa barata y respetuosa con el medio ambiente.

Un equipo de científicos, trabajando desde Inglaterra y Cataluña, ha conseguido identificar un material sólido, respetuoso con el medio ambiente, que puede ser un sustituto perfecto para los gases ineficientes y contaminantes que, actualmente, se usan para hacer funcionar neveras, aires acondicionados y otros aparatos de refrigeración.

Cuando se le aplica presión, los cristales de plástico de neopentiglicol tienen un gran efecto refrigerante, bastante como para ser competitivos cuando se los compara con los gases empleados tradicionalmente. Además, pero, este nuevo material es barato, fácil de conseguir y funciona prácticamente a temperatura ambiente, unas ventajas nada despreciables ante los gases más habituales, los hidrofluorocarburs (HFC) e hidrocarburos (HC), que no solo son altamente inflamables y tóxicos sino que, cuando llegan a la atmósfera, también contribuyen al calentamiento global.

Los resultados del estudio, han sido publicados hace poco en la revista ‘Nature Communications’. Tal y como se explica en el estudio, los HFC y HC también son «relativamente ineficientes», un factor muy importante, teniendo en cuenta que «la refrigeración y el aire aconficionado actualmente devoran una quinta parte de la energía que se produce en el mundo, y la demanda solo hace que subir». Es justamente para poner remedio a los problemas derivados del uso de estos materiales por el que se reunió un equipo, que integra expertos de la UC y la UPC y también de la Universitat de Barcelona, y que ha descrito los grandes cambios técnicos que se pueden conseguir aplicando presión en cristales de plástico.

Las tecnologías de refrigeración tradicionales se basan en los cambios térmicos que tienen lugar cuando un líquido comprimido se expande, y este líquido, habitualmente, es un HFC o un HC. Cuando el líquido se expande, su temperatura baja y, por lo tanto, enfría aquello que tiene alrededor. En el caso de los sólidos, en cambio, la refrigeración se consigue introduciendo cambios en la estructura microscópica de los materiales, cosa que se puede conseguir con un campo magnético, uno de eléctrico o, simplemente, aplicando fuerza mecánica. Estos efectos calóricos, siempre habían estado por detrás de los que se podían conseguir con líquidos hasta ahora, cuando se ha descubierto el enorme potencial calórico del cristal de plástico de neopentilglicol (NPG) y otros compuestos orgánicos.

Por su propia naturaleza, los materiales orgánicos son más fáciles de comprimir, no solo es muy barato sino que, además, hay en grandes cantidades. Las moléculas de NPG, compuestas de carbono, hidrógeno y oxígeno, son casi esféricas e interactúan de manera muy débil entre ellas, cosa que los permite tener cierta libertad de movimientos, hasta el punto que, por su maleabilidad, se colocan al límite entre los sólidos y los líquidos. Es por eso que su compresión da unos resultados térmicos tan grandes, comparables a los que, hasta ahora, están dando los HFCs y HCs pero sin sus efectos secundarios adversos.

Según la Universidad de Cambridge, el doctor Moya está trabajando con Cambridge Enterprises, el brazo comercial de la institución, para conseguir que esta tecnología llegue al mercado, cosa que podría ser un paso muy importante en la lucha por la eficiencia energética y la reducción de emisiones contaminantes y con efecto invernadero.